Pero el desarrollo celta en Galicia fue interrumpido por la marcha de las cáligas –el calzado militar romano-, que para ese entonces ya habían pisoteado las cabezas de numerosos pueblos. Las legiones romanas penetraron en el territorio noroeste de la península ibérica, en el año 137 a. C., acaudilladas por Décimo –o Decio- Junio Bruto, proconsul de España Ulterior. Allí se encontraron con una manera de pelear semejante a la que enfrentaron en las Galias y en el norte de Italia, con igual fervor guerrero de sus hombres auxiliados por sus mujeres, los idénticos gritos de guerra (o aturuxos), armados con similares espadas hallstáticas de antenas, desnudos con sólo un cinturón y luciendo al cuello los mismos torques, protegidos con uno de los genuinos escudos celtas: la caetra y con el peculiar casco de La Téne. También tropezaron con el mismo símbolo áureo de siempre, de culto solar: el triskel celta, y la svástica de cuatro o más brazos, símbolo común a todos los pueblos célticos e indoeuropeos. El procónsul Bruto los denominó 'gens bellicosissima'.
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